dilluns, 10 de juliol del 2023





 


Cuando el verano aprieta y te asfixias en una de esas calles o plazas o 
avenidas tan abundantes en hormigones, asfaltos y desiertos urbanos, 
y no comprendes qué clase de seres pensantes planearon y aprobaron esos
 hornos, te dan ganas de gritar (o chillar) (o bramar) (o berrear) (o mugir) 
(o ululuar) (o gruñir) (o simplemente cantar): ¡Vivan los Árboles y la Madre 
Tierra que los Parió). Sí sí sí, porque es indecente ver tan pocos árboles en las
 ciudades y encima tan mal cuidados, porque algunos tienen las gomas de riego
 por goteo obturadas, o rotas, y no hay presupuesto ni para regarlos ni para
 plantar más árboles. Por eso lo repito y lo canto y lo ululo y lo gruño 
otra vez y con más fe (o con más ferocidad): ¡Vivan los Árboles 
y la Madre Tierra que los Parió!