diumenge, 10 de novembre del 2019















Abrió el libro y con la lengua llena de letras empezó a hacerle el amor. Las páginas, 
encantadas, lanzaban besos, caricias, suspiros y le envolvían con el aroma cálido y 
rebosante del secreto compartido. Una poesía que pasaba por allí se unió a la fiesta 
revoloteando ligera, y repartía rimas sonoras en este hoyuelo anhelante o en aquel 
suave oasis, sin cansarse de buscar nuevas maneras de buscar. Y todo sucedía en una 
húmeda mañana de domingo que se desperezaba con generosidad, que ejercía su 
derecho al voto con promesas que se cumplían al momento y que en abundancia se 
colmaban hasta que el lector, el libro y la poesía se vistieron para salir. Dieron un 
paseo bajo la lluvia o bajo el sol, qué más da bajo qué cuando los versos manan de 
los dedos ardientes y las miradas se remojan en las fuentes del amor.
Caminan y respiran, eso es lo importante, mientras el viento se enamora de un 
gozo callado que dibuja sin prisas gotas sobre la piel sin miedo. Es domingo de 
elecciones, y entran en la urna y les sondean la excitación a todas y cada una 
de las papeletas, las harán brincar de gusto y las harán volar de placer junto 
con todas las papeletas de todos los colegios del lugar, y el rey allá en su 
palacio se asustará al ver llegar tan grande y descarada rebelión, y los 
guardias saldrán en helicóptero con sus porras marchitas para 
proteger el orden prostitucional. Los líderes políticos 
pondrán el gritito hipócrita en el cielo hasta 
quedarse afónicos y el país entero 
estallará en un sonoro orgasmo 
de libertad, montado a 
lomos de una 
alfombra 
fugada del 
Tribunal Infierno. 
Y después le daremos una patada en 
el culo al trono soberbio de la ignorancia  
y al ruidoso rotar de la violencia. Y votaremos. 
Votaremos una y otra vez y todas las veces que haga falta 
y haremos mil y un referéndums. Y leeremos la vida y 
la escribiremos con amorosa insumisión.







-Ximo Segarra-
(Cuentos de cuando el sexo pudo razonar, 4)