dissabte, 29 de desembre del 2018














La droga ensucia nuestras calles: el rebaño adicto sostiene el tráfico de niebla tóxica 
con su prisa y con su falta de imaginación. Neuronas atascadas se autoengañan viendo 
otro anuncio más sobre ruedas. Y la soberana y cotidiana estupidez obedece sin oponer 
resistencia: los voceros del gran pastor repiten una y otra vez que todo esto no es violencia 
ni enfermedad, que toda esta porquería es glamour, es poder, es el precio del progreso.