VÉRTIGOS O CONTEMPLACIÓN
DE ALGO QUE TERMINA
Esta lila se deshoja,
Desde sí misma cae
y oculta su antigua sombra.
He de morir de cosas así.
Alejandra Pizarnik
(Extracción de la piedra de la locura)
Todas las noches ella se asomaba a la ventana y lo miraba. Y todas las noches
su corazón enamorado palpitaba desbocado al verlo tan firme sobre la cabalgadura.
Él siempre tan digno y siempre tan solo en la plaza.
Sí, ella se había enamorado de una estatua. Pero no desistía en su afán de revivirlo
a fuerza de mirarlo apasionada, y por eso ella lo miraba encandilada, porque su sueño
era cabalgar con él, y que él la cabalgara... Pero las noches se hacían cada vez más largas,
y él no resucitaba, y él no se movía, y él no la miraba y él no la buscaba para abrazarla...
Si ella pudiera entrar en él, agarrar su corazón y besarlo para
que despertara y volviera a palpitar...
Ay, si ella pudiera...
Si ella pudiera entrar descubriría su secreto. Sabría que él la quería. Y sabría que
él quería convertirla en estatua. Y sabría que él quería congelarla en la
ventana. Y enfriar su respirar, y cegarle la mirada. Y sabría
también que el querer de él triunfaba.
Pero ella, eso, no lo sabía.
Y por eso ella... Ella moría de amor asomada a la ventana.
- Ximo Segarra -
la cultura y el individuo
Muchas de las ideas que nos transfieren
los transmisores de cultura son eminentemente sensatas
y realistas. (Si no lo fueran la especie humana ya se habría extinguido).
Pero, junto con estos elementos útiles, cada cultura nos traspasa un acopio de
ideas infundadas, algunas de las cuales siempre fueron absurdas, en tanto que
otras tal vez tuvieron antaño un valor de supervivencia, aunque ahora, en las
circunstancias cambiadas y cambiantes del discurrir de la historia, se tornan
totalmente inservibles. Como los seres humanos reaccionan ante los símbolos en la
misma forma rápida e inequívoca en que reaccionan ante los estímulos de la experiencia
directa, y como la mayoría de ellos creen ingenuamente que las palabras aureoladas de
cultura que se refieren a las cosas son tan reales, o más reales aún que sus percepciones
de las cosas mismas, estas ideas anacrónicas o intrínsecamente absurdas producen un
daño enorme. La humanidad ha sobrevivido, y en ciertos campos progresa,
gracias a las ideas realistas transmitidas por la cultura. Pero gracias
a los disparates perniciosos que le inculcan a cada individuo
en el curso de la aculturación, la humanidad, si bien
sobrevive y progresa, también ha estado siempre
en aprietos. La historia recoge el testimonio,
entre otras cosas, de las artimañas
fantásticas y generalmente
abominables que la
humanidad enloquecida
por la cultura monta
contra sí misma.
Y el espantoso juego continúa.
Fragmento de un ensayo escrito por Aldous Huxley en 1963 y publicado por Edhasa en 1982. Traducción de Eduardo Goligorsky.