divendres, 22 de novembre del 2019












Tu pecho, 
compás dulce 
que, sin peso, 
baja y se apoya aquí. 
Aquí, conmigo y dentro. 
Dentro de este ritmo celeste 
que es mi pecho. 

Y en el duro mundo que te navega, 
sueño ser música en tu silencio 
y espuma serena, 
en los mares añiles 
de tus ojos sin miedo. 



Trini Reina






A veces recibimos noticias así: que una poesía se ha ido, que ya se marchó para 
compartir con otras poesías su alma de generosos versos, la de abrazos que nos 
enviamos Trini Reina y yo... y ahora ya no está aquí. Me duele, y me abre un espacio 
vacío esta ausencia, porque sabía que estaba enferma, pero pensaba que volvería a 
renacer, como otras veces hizo. Me queda, como a tanta gente que la teníamos aquí 
en el corazón, sus poemas, hubo tantos y hubo algunos que me dejaron sin palabras, 
hermosos que me dejaron sencillamente agradecido por leerlos, por abrirme ventanas 
sencillas y bellas, otros contundentes, directos sin ambages, como aquel... 
mundial de la poesía. Y no quiero hacer aquí ningún gran discurso sobre ella 
ni sobre su poesía ni sobre algunas cosas que me dijo en alguno de aquellos mensajes 
privados que cruzamos, ni cómo durante años me sentí cercano, en la distancia, 
a Trini Reina. Ahora es mejor no decir nada más, es mejor dejar que los versos 
sigan su camino, y agradecer a la vida esos pasos que pudimos compartir con ellos. 
Hay que dejarlos ir. Hay que dejar marchar a la gente que se va así, dejando detrás 
de sí belleza, esfuerzo y bondad, como lo hizo ella... Hay que dejarla ir porque 
sé que en algún lugar, algún día, nos volveremos a encontrar, y volveremos 
a compartir poesía, sonrisas y ese algo indefinible que las personas, 
algunas veces, nos sabemos dar las unas a las otras. 
Gracias de todo corazón, Trini.