LA BANDERA Y EL AMOR
La española ondeaba sola aquella noche en la Plaza Mayor del Reino.
De puntillas, casi bailando, entró en escena una preciosa bandera por
la Calle de los Suspiros. Todo surgió entre ellas. Todo. Apagaron las
farolas, cegaron las cámaras de seguridad y nadie supo nunca cuánto
se amaban, cuánto se decían, cuánto se echaban de
menos en cada ausencia de sus labios.
Quedaron para la noche siguiente. No iba a ser fácil. Ahora
le tocaba a la bandera constitucional escaparse furtivamente
en busca de su amante la estelada catalana.
Ximo Segarra