Puede pasar que leyendo un libro nos encontremos con una palabra que
no entendemos, pero no hay diccionario a mano o el móvil anda recargándose
en algún enchufe lejano. Podríamos levantarnos, pero no hay ganas, estamos
tan metidas en el libro, tan agustito en nuestra lectura de confort, que no
queremos salir de ahí, y además saber qué significa esa palabra
no va a influir en la comprensión general de la lectura...
Y es verdad que la mayoría de las veces es así, que
terminaremos el libro sin siquiera recordar qué palabra era
aquella, o quizá tengamos suerte y unas páginas antes del final
nos reencontremos de nuevo con ella, pero esta vez en un contexto
que nos permita deducir su porqué, su cómo, su para qué.
Hay personas, hay lugares, hay planetas, que aparecen en
nuestro cosmos y se comportan exactamente igual que esas
extrañas palabras; durante unos segundos o minutos o años se
plantan delante de nosotras y no sabemos decir qué hacen ahí.
Y podríamos buscar en ese diccionario nuestro que anda por
ahí dentro perdido, y encontrar una definición, o dos, o tres,
que nos aclare las dudas, o podríamos buscar un rato para
dialogar a fondo con esa incógnita... pero la mayoría de
las veces sucede que no hay ganas de hacer ese esfuerzo,
o tememos entrar en un desvío estéril... o peor, caer en
algún barranco sin fondo. Y optamos por continuar adelante,
a ver qué nos dice el próximo recodo de nuestro camino
de confort. Además, por qué no, quizá haya una
oportunidad mejor para aventurarnos
en ese rincón inexplorado.
Puede pasar que, leyendo el libro de
nuestras aventuras y desventuras, desechemos
palabras que, a priori, no parecen sustanciales para
entender nuestro argumento. Puede pasar que así
empobrezcamos nuestro vocabulario, o al contrario, que
seamos más felices porque hemos conseguido quedarnos
solo con esas pocas palabras que de verdad nos importan.
Decidir qué palabras son esas, o cuántas palabras
necesitamos para explicarnos el mundo en el
que vivimos, es decidir nuestra propia
mirada, nuestro propio
destino.
Ximo Segarra
Hoy abro un paréntesis.
(Me gusta pensar que algún día volveré para cerrarlo