La droga ensucia nuestras calles: el rebaño adicto sostiene el tráfico de niebla tóxica
con su prisa y con su falta de imaginación. Neuronas atascadas se autoengañan viendo
otro anuncio más sobre ruedas. Y la soberana y cotidiana estupidez obedece sin oponer
resistencia: los voceros del gran pastor repiten una y otra vez que todo esto no es violencia
ni enfermedad, que toda esta porquería es glamour, es poder, es el precio del progreso.
ni enfermedad, que toda esta porquería es glamour, es poder, es el precio del progreso.