EL TREN
Durante 2
segundos y 2 décimas el corazón de Carolina no sabe dónde está.
Sentada en
los primeros asientos del tren, de espaldas al maquinista que ahora
grita, oye
un golpe y todo su cuerpo entra en un frenazo eterno. Carolina solo
tiene
tiempo para agarrarse al apoyabrazos con su mano derecha y buscar y
encontrar
con su mano izquierda el brazo de su madre. Y esperar lo peor,
sentir que aquí
termina todo. Ahora el pasado y el
futuro se aplastarán
en este vagón de cercanías y no habrá ya nada más que contar.
Pero
Carolina no quiere irse, y mira más allá de sí y promete que si sale
de aquí se
va a atrever a hacerlo, sin esperas, ni excusas, ni escondites...
Sin aviso el
reloj vuelve al goteo habitual de segundos. El tren detenido y el
maquinista
informando de un arrollamiento. Puede buscar y encontrar en los ojos
de su
madre la calma necesaria para hablar y escuchar. Hay tiempo de sobra para
que
llegue la Guardia Civil, el cambio de tren, la sospecha de que alguien, allí,
ha
culminado la decisión del suicidio. Ellas están a salvo, volverán a viajar juntas.
culminado la decisión del suicidio. Ellas están a salvo, volverán a viajar juntas.
Y sabrán
encontrar, algún día, respuesta a la perplejidad, el sinsentido... O por
lo
menos en eso confía Carolina esta noche, a punto de enviar esa carta
de amor que lleva años retrasando. A su padre.
Al que nunca perdonó, al que se fue.
Papá te comprendo, te equivocaste,
me abandonaste, lo hiciste completamente al revés... pero te comprendo. No
hay que rendirse así como lo hiciste tú, dejaste mis ojos huérfanos, me perdiste
en este laberinto de lágrimas quemadas... Pero ya lo sé, papá, ya sé que si pudieras
le darías la vuelta al reloj para buscarme y para abrazarme... No, nadie se ocupó de
ti aquel día, nadie se acordó de cómo se siente un hombre cuando le roban la vida,
el desahucio, el puto desahucio, no supiste verte en la calle con nosotras, mamá
callada avergonzada con sus manos vacías, yo enfadada contigo porque mi
habitación era mía y tú me la arrancabas con la mirada vacía...
me abandonaste, lo hiciste completamente al revés... pero te comprendo. No
hay que rendirse así como lo hiciste tú, dejaste mis ojos huérfanos, me perdiste
en este laberinto de lágrimas quemadas... Pero ya lo sé, papá, ya sé que si pudieras
le darías la vuelta al reloj para buscarme y para abrazarme... No, nadie se ocupó de
ti aquel día, nadie se acordó de cómo se siente un hombre cuando le roban la vida,
el desahucio, el puto desahucio, no supiste verte en la calle con nosotras, mamá
callada avergonzada con sus manos vacías, yo enfadada contigo porque mi
habitación era mía y tú me la arrancabas con la mirada vacía...
Carolina
mira las estrellas que cuelgan del techo y aleja de
sus oídos el sonido del
tren cuando golpea así.
Y durante 2
segundos y 2 décimas recuerda el abrazo que nunca le
pudo dar y llora la carta. Luego se quedará dormida, y entre
pudo dar y llora la carta. Luego se quedará dormida, y entre
las estrellas alguien responderá, alguien le sonreirá.
Será una
sonrisa que ya sabe llover sobre los sueños más dulces.
Esos sueños que ella no
quiere dejar morir.
Ximo Segarra